>>2407
Piensa lo que quieras de los japoneses, pero siempre tuvieron los cojones bien puestos. A día de hoy siguen manteniendo su raza y su cultura, aún después de ser aplastados por la maquinaria de guerra anglosajona. El genocidio y expulsión de los católicos es una de las mejores decisiones que tomó Japón en toda su historia, y sin ello no hay duda alguna de que hoy en día no existirían como los conocemos. El caso opuesto es Corea del Sur, un país de enfermos mentales acomplejados y sumisos, plegados completamente a poderes extranjeros, con todo lleno de iglesias y sus universidades afines donde les lavan el cerebro, tragando con toda la proganda americana y sus experimentos sociales (es el país más afectado por el feminismo de toda Asia y uno de los peores del mundo), y que pasó en una o dos generaciones de un 0% de
(((circuncisiones))) a cerca del 100%, todo por un deseo patético de parecerse a sus amos yankis.
Hay muchos retrasados mentales que, por ser cristianos ellos mismos, son incapaces de formar juicios objetivos en estos asuntos, pero la realidad es que mantener tu propia cultura siempre será mejor que adoptar una extranjera que lleva implícita una rendición y una pérdida de autonomía. Sobre todo el cristianismo católico, que mueve la autoridad última de tu país al Vaticano, sobre todo en aquellos tiempos. Incluso España, que basó su identidad nacional en ser el mayor defensor y propagador de la iglesia católica en el mundo, fue traicionada una y otra vez por la Iglesia y sus juegos de poder entre los distintos reinos de Europa.
>pe...pero el cristianismo trae progreso y amor, es la civilización
>no, no vale mirar a Filipinas o todos los agujeros tercermundistas inmundos de Centroamérica con más crimen que en el salvaje oeste
Imagina ser un político japonés en el siglo XVI y tener que elegir entre permitir que un puñado de maricones jesuitas con sotana se apropien de la autoridad moral en tus dominios, te digan lo que tienes que hacer y causen revueltas entre tu población, todo con el fin último de favorecer los intereses económicos de una potencia extranjera, o mandarlos a tomar porculo, cortarles la cabeza y acabar con el problema de raíz. Habría que ser muy subnormal para elegir lo primero.