>>102212
>Dustin Kane
Observó con calma el resultado de su trabajo: el "Perro" completamente inmovilizado en el suelo, atado de pies y manos. No había espacio para errores, no con alguien que sabía mentir tan bien como respirar. Ajustó la cuerda con una eficiencia mecánica, sin emoción visible en su rostro. La captura había sido limpia, sin necesidad de un enfrentamiento frontal ni más disparos. Pero había algo en el aire, un leve malestar que le decía que esto no había terminado... Escuchó las palabras del "Perro" como ruido de fondo, apenas un murmullo lejano mientras su mente analizaba lo que debía hacer a continuación. No necesitaba oír cada palabra para entender el tono; desesperación, miedo. Todos esos tipos usaban las mismas tácticas cuando sus vidas pendían de un hilo, prometiendo oro, grandes fortunas, y alianzas imposibles. Nada de eso importaba. La verdad se encontraba en los pequeños detalles: la mención de Parker, el oro, y el leve sonido de golpes provenientes de la cabaña.
Dustin detuvo su movimiento por un momento, dejando que el silencio del bosque se asentara nuevamente. Respiró profundamente, captando el olor a tierra húmeda y leña vieja que provenía de la choza. Algo en la insistencia del "Perro" lo empujaba a investigar, pero no por las promesas de oro. No, Dustin no era alguien que se dejara tentar tan fácilmente. El dinero era una herramienta, pero nunca el motivo. Lo que realmente le llamaba la atención era la intriga, esa sensación de que algo más oscuro estaba en juego.
Se acercó lentamente a la cabaña, cauteloso como siempre, pero con una ligera curiosidad asomando detrás de su expresión imperturbable. Las palabras del "Perro" lo habían dejado pensativo, pero no distraído. Sabía que tenía que ser cuidadoso, porque una emboscada bien podía estar esperándolo dentro. Pero si había algo que había aprendido a lo largo de los años, era que la paciencia siempre jugaba a su favor.
Cuando escuchó el golpe seco desde dentro, una chispa de alerta cruzó su mente. El tipo no estaba mintiendo del todo, había alguien más ahí dentro, y esa parte le interesaba. Con una mano en su rifle y la otra empujando suavemente la puerta, entró en la choza. El interior era tan desolado como lo esperaba, una mezcla de olores rancios de tabaco y alcohol, cenizas esparcidas por el suelo, muebles en ruinas. Pero lo que llamó su atención fueron los golpes provenientes de la segunda habitación. Avanzó con pasos controlados, ligeros como si el suelo mismo pudiera traicionarlo si se confiaba. Siempre tenía los sentidos alerta, el mínimo crujido bajo sus botas podría ser una señal de que alguien más lo esperaba. Pegó su espalda a la pared, una costumbre adquirida por años de experiencia, y deslizó lentamente la puerta de la habitación con su rifle listo.
La primera imagen que vio lo sorprendió solo un segundo, aunque no lo dejó entrever en su rostro. Una chica, amarrada y furiosa, se lanzó contra él con una energía que desmentía su apariencia delicada. Con un leve movimiento, la sujetó fácilmente por el vestido, levantándola en el aire con una sola mano. La situación era absurda y extrañamente divertida. Casi dejó escapar una sonrisa cuando la chica, apenas una adolescente, se retorcía como un animal enjaulado, gritando insultos que no tenían el menor impacto en él.
Observó su rostro por un momento, esos ojos azules brillando con una mezcla de ira y miedo. No parecía una chica de granja. Su piel era demasiado suave, demasiado perfecta para alguien acostumbrada a trabajar en el campo. Los gritos de “forajido” y “animal” no hacían más que reforzar esa idea. ¿Qué hacía una chica como ella en un lugar tan ruin?
—
Si esto es lo que tiene que ofrecer el "Perro". Pensó Dustin.
No tiene ni idea de a quién está subestimando...
Dustin observó a la chica mientras la acomodaba en el caballo, su mirada fija en esos ojos azules que lo fulminaban con ira, aunque él lo tomaba con calma, como siempre. Mientras ajustaba las cuerdas en sus muñecas para que no se lastimara demasiado, la chica intentaba liberarse, tirando con fuerza. El silencio se rompió finalmente cuando Dustin, sin dejar de ser serio, decidió que era momento de poner un poco de orden, pero a su estilo.
—Cálmate un poco, muñeca —dijo con voz baja, su tono ni severo ni amable, simplemente firme—. Si sigues retorciéndote así, te vas a lastimar más que ayudar.
La chica lo miró con furia y escupió al suelo. Su espíritu le recordaba a algunas de las mujeres que había conocido antes, aunque en ese momento su terquedad no le hacía ningún favor. Dustin terminó de asegurar las cuerdas alrededor de la chica y tomó un momento para observarla en silencio. Era obvio que no estaba contenta, pero eso no le preocupaba demasiado. Lo que sí captó su atención fue la forma en que la luz de la luna se reflejaba en sus ojos claros, casi como si estuviera brillando desde dentro de ellos. Había visto muchas cosas en su vida, pero siempre le resultaba fascinante la fuerza que algunas mujeres demostraban en situaciones como esta. Con una sonrisa apenas perceptible, se acercó al caballo y acomodó las riendas. Se notaba relajado, como si estuviera simplemente disfrutando de un paseo nocturno.
—Tienes suerte de que te haya encontrado primero, muñeca —dijo con su voz grave, sin necesidad de levantarla demasiado—. Si hubieran sido otros, tal vez no estarías con todas tus partes en su lugar o tal vez regresaras a casa con un "regalo" en el vientre.
Ajustó la silla y luego la miró de reojo, dejando que sus palabras flotaran en el aire. Sabía exactamente lo que hacía, un juego de equilibrio entre la seriedad y un toque de suavidad. No era algo que planeaba con detalle; simplemente salía natural en él. Era su manera de mantener el control de la situación sin intimidar directamente.
Mientras subía al lomo de su Little Bastard, no pudo evitar que sus ojos recorrieran brevemente la figura de la chica. Había algo en ella, más allá de la situación en la que se encontraban, que captaba su atención, aunque no dejaba que eso afectara su comportamiento. Mantuvo la expresión serena mientras la miraba desde arriba, su sombrero echando sombras sobre su rostro.
—No te preocupes, no estoy aquí para hacerte ningún daño —agregó con un tono más suave, como si estuviera compartiendo un secreto entre ellos—. De hecho, podrías decir que soy el tipo de hombre que prefiere que las damas estén cómodas.
Volvió a sonreír levemente, pero no era una sonrisa de burla. Era la clase de sonrisa que decía mucho sin decir demasiado, un juego que Dustin había aprendido a manejar desde hace años. Estaba acostumbrado a que las mujeres lo miraran con desconfianza al principio, pero también sabía cómo dejar una impresión distinta, cuando se lo proponía. Mientras aseguraba la montura, dejó que el silencio se hiciera más pesado por un momento antes de hablar de nuevo.
—Eso sí —continuó mientras le daba una palmada ligera al cuello de su caballo—, si sigues resistiéndote, va a ser un viaje incómodo para los dos. Y créeme, prefiero que este paseo sea un poco más... placentero.
Giró la cabeza hacia ella y la miró por un instante más largo. Le gustaba ese pequeño coqueteo, esa manera sutil de desviar la tensión sin perder el control. Le dio un pequeño toque a las riendas y "Little Bastard" comenzó a caminar, llevándose a ambos con él, tanto al perro como a la mujercita.
—Así que, si me permites un consejo, relájate un poco. Esto va a acabar antes de que te des cuenta —murmuró con ese tono despreocupado, aunque sus ojos seguían atentos a todo lo que ocurría a su alrededor—. Y quién sabe, tal vez hasta llegues a disfrutar el viaje.
No le importaba si sus palabras tenían efecto inmediato o no. Dustin estaba acostumbrado a la resistencia y sabía que las acciones hablaban más fuerte que las palabras. Pero, al menos, había dejado claro que no iba a apresurar nada. Todo tenía su tiempo, y él no era de los que se dejaba llevar por la prisa.