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Permaneces frente a la ventana vieja hasta perder la noción del tiempo, viendo la cicatriz que parte tu cabeza a la mitad desde tu cabello hasta el centro de tus cejas, tratando de asegurarte de que no es una grieta en el vidrio extrañamente resistente o alguna de esas figuras amorfas que puedes ver retorcerse del otro lado.
Aparte de las suturas en tu cabeza no tienes más heridas visibles del accidente ni otro dolor que no provenga de tu cabeza, nada de efectos secundarios o persistentes, solamente la jaqueca que distorsiona tu visión y recuerdos.
Nadie viene a verte a tu habitación, ni familiares, ni conocidos, ni enfermeras. A pesar de que algo te dice que no eras la única en ese accidente y que fue alguien más quien te trajo al hospital, el intenso dolor de cabeza no te deja pensar los detalles con claridad.
Tus bolsillos están igual de vacíos que el cuarto, lo único que tienes es un papel arrugado con un pedazo incompleto de una canción que no reconoces titulada "El despertar de Devina". El único otro objeto transportable que encuentras en toda la habitación es un violín, más limpio que el resto del lugar y colocado de contra el picaporte de la puerta de tal forma que parece bloquearla de cualquier cosa que intente abrirla desde afuera. La puerta se abre por sí sola cuando mueves el violín de su sitio, del otro lado ves un pasillo largo de espera, con sillas vacías de visitantes a lo largo de la pared izquierda.
No pasan dos segundos después de que abres la puerta al pasillo por accidente que ves una cara conocida empezar a asomarse desde el fondo.
"Kaede..."
Doblando la esquina como si acabara de regresar de ir al baño a seguir esperando afuera de tu habitación, ves la cara de tu hermana acercarse con una sonrisa de oreja a oreja.
"¡Kaede!"
Hay algo mal, no te percatas de inmediato, al principio es solo un presentimiento de que es mejor que mantengas tu distancia, el cual se confirma cuando la cara de Natsumi termina de aparecerse en el pasillo, solamente su cara.
"¿¡Estás bien!? ¡¿Todavía puedes tocar?! ¡Tócame una canción!"
La cabeza cercenada de tu hermana continúa hablando con una estrecha sonrisa, sin necesidad de garganta o pulmones para gritarte con un entusiasmo maníaco que toques mientras continúa flotando lentamente en tu dirección.
"¡Siempre amé tu música! ¡Tócame una canción! ¡Toca! ¡Toca! ¡Toca!"
Sus incesantes pedidos en voz chillona reactivan el dolor en tu cabeza. La cabeza sin cuerpo está ahora tan cerca de la tuya que puedes ver cómo el punto en su frente se abre verticalmente para formar una cicatriz igual a la tuya.
<Salud: 3/3
<Cordura: 20/20
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