>>121772
>Harper
Cada día en mi vida es igual al anterior, me levanto a primera hora de la mañana, trabajo sin desayunar, salgo a correr y vuelvo a casa a descansar. La simpleza monótona a la que me he acostumbrado la llevo con una sonrisa para todos a pesar de lo que piense de las personas con las que trato.
Aunque a veces lo deseo, ya no hago un esfuerzo por el cambio. No es para mí, aunque hablo con todos, no soy amigo de nadie. Nunca lo fui, aunque sea gracioso, aunque sea amable, ¿No se supone que eso es lo que tienes que hacer para tener amigos?
Si le preguntaras a mi hermana, ella diría que soy tan bueno que soy tonto. Ella no me conoce, nadie se ha tomado el tiempo de conocerme más allá del saludo o la plática casual, incluso si yo me tomo el tiempo de entender al resto.
Por eso aquel día fue un shock. Como perdida en este espacio cerrado, cual ciego topo desorientado por el penetrante aroma a frito impregnado a mi ropa, una joven se acercó a mi puesto, pasando del resto para encararme.
"Buenos días, bienvenida a McHispas, ¿Puedo tomar su orden?"
Le di mi mejor sonrisa, y mi tono más amistoso, como a todos. Pero últimamente pasó de mi como de todo lo demás antes de sentarse y volver a repetir esto un par de veces. No me molestaba, o eso parecía, mis respuestas nunca perdieron el profesional dulzor, aunque mis pensamientos ya exigían, a las puertas del enojo, que ordenara o se largase.
"¿Eh?"
Y cuando finalmente habló, casi me saca de personaje. Musitando, tartamudeando, confundiendo. Saqué mi libreta, y mis dientes a relucir.
"Disculpe, ¿Puede repetirmelo? Me temo que no escuché bien jaja"
Añadí unas risas que aligerasen la situación. Poco más podía hacer. La chica siguió parloteando ininteligible, y como buscando algún apoyo, miré a David encogiéndome de hombros sin saber qué hacer. Y como siempre con mi compañero siendo tan útil como un submarino descapotable, debí hacer las cosas por mi cuenta y hablar otra vez.
"¿Señorita?"
Le hablé, chilló como una rata cuando la pisas con unas botas robustas y pesadas. En ese arrebato, cargada de adrenalina lanzó un cuarteto de palabras que me dejó en shock, además de dejarlo asentado por escrito también. Quedé con la boca abierta mientras la vi salir, incapaz de creer que eso hubiera ocurrido.
Inverosímil, pensaba mientras caminaba por esa calle, en jeans y una camiseta pullover verde que dado el calor quizás no fue la mejor opción, pero que era lo único con algo de clase que tenía. Mis zapatos viejos no tenían nada de especial más que el kilometraje que habían recorrido, cuando el pan escasea, la ropa es lo de menos. Vagué por mis pensamientos un momento antes de volver al principal: era inverosímil. No tenía razón para elegirme a mí, el trato que le dí fue indistinto, parecido al que le daba a cualquier otro. Dudo que haya pasado del saludo, o del ocasional chiste, en la amalgama que se vuelven esos monótonos días, ni siquiera puedo recordarla más allá de ese evento.
Y aún así, me invitó a este lugar, en una situación que usualmente estaría invertida, donde la pobre cajera recibiría la novena confesión del día por parte de un rarito obsesionado. Yo no estaba más emocionado que esa cajera, pero mi decisión era distinta a la que una tomaría, pues ahí estaba yo, mirando la fachada del centro comercial sólo por cortesía. Quizás lástima, quizás obligación, claramente no por interés. Ya había perdido el interés en cualquier persona hace un tiempo.
De cualquier modo, ahí aparece, desde detrás de un pilar, tomando mi ropa como si fuera una sorpresa. Mi rostro sombrío, del de quien está sumergido en sus pensamientos se ilumina al encontrarse con ella, dirigiéndole la mirada y devolviéndole el saludo.
"¡Hola!"
De forma mucho más cargada de alegría falsa que de los nervios reales que su cita está experimentando.
"Te ves muy bien si me permites decirlo." Solté más cortesía, simplemente hay que reconocer el tiempo que se ha tomado para vestirse bien, es lo correcto. Y para ser justos, está mucho mejor producida que yo. "¿Cuál es el plan?"
Consulté, y en un movimiento de cabeza, con su de nariz me dio la respuesta. El centro comercial, lo de esperarse, suelto una risotada ante la sugerencia.
"Solo espero que no sea un paseo muy caro. Mi sueldo es un algo bajo." Confesé una obviedad, tratando de sonar amistoso. ¿Pero qué tan bajo? "Me pagan con palitos de paleta."
Confirmé en una obvia broma.
"Bueno, vamos."
Era momento de ingresar al centro comercial para hacer lo que sea que se hace en una cita. No tenía idea de lo que planeaba esta chica, simplemente iba a seguirle la corriente.