“Nací en cuna de diamante, pero mi tío nos dejó claro: ‘Yo no les voy a dar nada. Cuando cumplan 18 años y terminen la escuela, les paso un poco de dinero… y hasta ahí. Si quieren trabajar conmigo, empiezan desde abajo.’” Así, sin rodeos ni adornos, nos puso los pies en la tierra. Ni apellidos, ni ventajas. Nada de llegar directo al sillón de director. Me gradué en 2009 del Tec de Monterrey, y mientras mis amigos buscaban trabajo en oficinas, yo arranqué reciclando celulares. Mi primera idea fue colocar contenedores en una tienda (Elektra) para que la gente dejara sus teléfonos usados… no funcionó. Ahí entendí que en PowerPoint todo suena fácil, pero en la calle, en la vida real, nadie te regala nada. Muchos ven mis redes y piensan “ah, este cuate anda en yates porque se lo heredó su tío.” No tienen ni idea. No vieron los años de chamba, los fracasos, la presión del apellido y la necesidad de probar que podía solo. No ven que comencé desde el suelo, que busqué puertas, que emprendí sin respaldo, y que lo que hoy tengo no fue regalo, fue consecuencia. He conocido a muchos hijos de millonarios. Varios acabaron mal: en dr&/*gs, peleados con su familia, sin rumbo. Porque tenerlo todo no significa comprender lo que cuesta. Nada está asegurado. Y si no formas carácter, te quiebras. Mi tío no me dejó una empresa. Me dio algo más valioso: hambre. Hambre de salir adelante, de caerme, de volverme a levantar. Todo nació de tener que buscarle, no de heredar. Nunca fue “ahí está”, fue “gánatelo”. Porque no por estar en el Real Madrid, te garantiza ser el delantero. Memo Salinas sobre cómo su tío Ricardo Salinas lo formó para la vida sin regalarle nada.