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«¿Tengo algo en la cara? ¿Será orina?» Piensa para sí mismo en sus adentros cuando la viejecita le huye, usando su voz interior, su voz mental. Hace nota de verse en el espejo y lavarse la cara si hay agua en el baño.
En su exploración de la pieza de apartamento no descubre formas de salir, solo detalles de la vida de su ocupante que es mejor no saber.
>L-lo sé... S-Soy asquerosa...
"No vine a juzgar. Mi casa estaba peor." Y él mismo lleva días sin bañarse y minutos de haberse bebido su propia orina, no es quién para opinar.
Sintiéndose un poquitín mal por la gordita a la que le invadió la vivienda y le revisó las cosas sin permiso, decide recoger los envoltorios y platos para dejarlos donde van ya que va a seguir husmeando el resto del lugar de todas formas. Las bacinillas sí las deja dónde están, no se siente TAN mal para ayudar con eso.
En el baño encuentra papel, que por un momento piensa en usar para vendarse heridas, hasta que deja de hacerlo por verlo como algo tonto. Desgraciadamente, no encuentra pasta dental ni enjuague bucal para limpiarse el paladar. Tampoco encuentra cómo salir del lugar, solo un teléfono con un cable cortado que no sirve más.
>No puede ser. Hace unos días la señora Mortem me lo pidió prestado y funcionaba bien. ¿Seguro que sabes cómo usarlo?
"Tu teléfono no sirve, tu puerta está encadenada y hace días que no te traen comida." Son demasiadas coincidencias para que se traten solo de eventos aislados, debe haber alguien detrás de esto. Solo hay una explicación. "¿Olvidaste pagar la renta o qué pasó?"
Si descubrir la razón de los extraños sucesos en el apartamento de Labiata es su llave a la libertad, no está dispuesto a romperse la cabeza por horas tratando de averiguarlo así que va por la solución más directa de gritar por ayuda. La primera cara que responde sus gritos solo le da más ganas de gritar, pero se las aguanta como los machos y solo retrocede.
>Jeje, ¿te asuste? No te preocupes, soy humano. Me llamo Harold.
"Es que si te apareces así..." Justifica su respuesta de miedo. "Soy Oscar... Que digo, Marcos. También humano..."
Luego de las presentaciones, con tacto digno de él, cuestiona a Harold sobre cada mínimo aspecto de su apariencia inusual con una serie de preguntas que parecen el final de un cuento infantil donde un lobo parlante le hace vore a una niña y su abuelita.
>¿Has estado en el 14? Se está muy cómodo ahí. Tan cómodo que me demoré más de la cuenta en salir.
"Ah, ya, ya. Sí, ahora mismo acabo de pasar por ahí..." Se vuelve a ver las manos para comprobar que no tenga hojas creciéndole en lugar de vellos. Más importante, uniendo puntos, ahora puede intuir que está en el nivel 13 y no en el 17.
>Pero vayamos a tu problema que es más preocupante… Tengo una motosierra. ¿A Labiata no le importará que destruya su puerta?
Antes de que pueda decir 'No sé, déjame preguntarle.' Labiata responde sola. Lo alivia saber que Harold es un conocido de ella y no un extraño extraño con una motosierra, tanto, que no se agobia con paranoias de que la voz que escuchó fuese una ilusión para hacerle bajar la guardia como las del nivel pasado, o de que todo este nivel no sea una ilusión y esté atrapado en un coma echando raíces en ese nivel pasado...
"Gracias... Les diré en recepción que lo que pasó con la puerta fue cosa mía, igual tengo que ir a decirle algo importante a Taron sobre los enfriamientos del nivel 2. ¿Solo tengo que bajar o este nivel funciona diferente?"
Si el número 302 es muy literal y por cosas de arquitectura no-euclidiana tiene que pasar por más de 300 puertas para llegar a la salida, el viaje no le suena muy llevadero sin atajos, elevadores, o lo que fuese. Hablando del nivel, con la mujer que no puede levantarse de la cama, la octagenaria y el víctima de explosiones, el lugar empieza a parecer una especie de complejo de apartamentos para discapacitados, un
Katawa Apaato o algo parecido, eso resta a sus posibilidades de conseguir hospedaje ahí si alguna vez reune suficientes cosas para cambiar por un lugar donde vivir.