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>Ashley (del futuuuuro)
"Blanco." -color elegido por ser el más típico que por cualquier cosa-
Ni pintar, ni transportar. El deseo de ayudar no cambia que la tarea no le atañe. ¡Todo Hilda, nada Ashley!, insistir no sirvió. Tras un agitado día de trabajo que ya casi termina -sólo faltaba pasear al perro- hallan sosiego sobre un fardo. La del bosque estaba muy pegota por Hilda, la revaloró tras sucesos recientes y quiere su contacto, así que tiene su mejillita sobre el hombro de la azul.
<Si se entera que me ayudaste tendré que repetir todo de nuevo, ¡y tú también!
"No me molestaría ayudarte otra vez..."
Pero cierto era que ya se había perdido más de la mitad de la faena, pues el no parecía dicho categóricamente, y sus deseos de sumarse ahora que pocos quehaceres quedaban no eran altos, puesto que solo terminaría por sumarle más trabajo. Y la idea era ahorrárselo... Aunque si ella se lo pedía ayudaría de todos modos.
Entonces, una señora aparece. Catherine se separa de Hilda, erguiéndose veloz y quedándose recta como un soldado raso. 'Nadie debe saberlo' se repite en su cabecita, y quien recibe la selección de helados es la niña inexpresiva de siempre, la cual bornea levemente la cabecita, esperando a ver si Hilda hace algo. Y... no. Ambas aguardan a por la otra, Catherine hace de sus labios un círculo de curiosidad. Luego descubre que Hilda espera que ella elija... lo que la hace volver a mirar al frente y estirar el brazo para tomar sin dudar el azul claro.
Ahora tiene dos colores favoritos... ambos por como la hacen sentir. Le gusta este azul... pero al tenerlo en mano, no sabe qué hacer con él. Nunca ha probado el helado. De igual modo, no quiere soltarlo. En cosas tan simples hay paralelismos en los que ella no podría pensar. Hilda es algo más lista, lame su bocha, que para eso es, y al ver eso, Ashley quiere hacer lo mismo, reemplazando su idea inicial de morder.
La niña sacó la lengüita y, estirando el cuello acercó la cara al cono, tocando así con la punta del músculo la superficie cremosa con cierta timidez. Sus ojos se fueron a un lado, y viendo a Hilda lamer, la imitó recorriendo la superficie azul en círculos paladeando el helado por primera vez. Al retraer la lengua, suelta un 'hm', llevándose una buena primera impresión. Eso ya no concuerda con su experiencia con la otra azul de su vida.
<¿Qué tal el tuyo...?
"-"
Hubo un conato de respuesta, pero Hilda se apresuró a probar su comida. No le molesta, con ella compartiría sin problemas.
"...¿Te gustó?"
<No está mal.
"A mí me gustó..." -podría ser su sabor favorito. Después de todo, es su primer helado-
<Prueba el mío.
"...está bien..."
Se aparta el cabellito para dejarlo tras su oreja, y que así este no toque el helado cuando se inclina y saca la lengua. Sus ojos fijos en el heladito, su carita cerca del aire frío que produce. Saca su lengua y con sólo la punta, hace que se vuelva puente con la base, donde termina el cucurucho antes de subir lentamente, recorriendo con lentitud el cuerpo hasta tocar lo más alto, donde podrías poner una frutita, una dulce cereza. Catherine lengüetea esta zona un par de veces, haciendo contacto visual con Hilda. No sabe hasta donde le permitirá probar. Se acerca y sin separar sus ojos de ella, le da un chuponcito a su helado... descubriendo que esto era efectivo también. Luego, se aparta...
potencial
"Mm..." -termina de saborear- "Sabe a vainilla." -duh- "Me gusta más el mío..."
Tras terminar hasta con los barquillos, la duda de adónde fue el perrito se hace general. En conjunto, las niñas caminan al trigal. Catherine se mueve como un bisturí, es decir, de forma quirúrgica, empujando con cuidado las espigas para abrirse paso comedidamente, al punto de no hacer ruido, pero no evita dejar huellas, pues últimamente le da igual ser imprudente. La guía le pone una barrera hecha de brazo, que observa bajando la mirada antes de ojear la expresión tan seria de la contraria. No necesita palabras para comprender, la otra se adelanta un poco, y ahora la Hills se encarga de también pisar solo donde Hilda ya ha hollado... se centraría por completo en pasar desapercibida... pero si Hilda necesitase ayuda correría a auxiliarla. Aunque eso no lo dice.
Al abrir el velo de trigo, Cat se asoma un poquito desde detrás de la azulada para hallar... al perrito en cuestión lamiendo la cara de alguien. Para la oregonesa esto no es TAN extraño. Supone que es una muestra de afecto... pero su papá no aprobaría que un perro le lama la cara a un humano, y Hilda tampoco porque echa a la chica del lugar. No hay resistencia alguna, así que la del bosque sale recién tras esto.
"¿Quién era?" -la echó con tanta seguridad que tal vez le sonaba de algo-
¿Jas de Stardew Valley?
Mira al perro, mira a Hilda...
(Los perros dan besitos así, ¿no?)
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Por un segundo se imagina lamiendo la cara de Hilda como al helado azul.
(Hm...)
Si Hilda se girase a verla, hallaría a una pensativa albina. Con la mano sosteniendo su mentón en lo que miraba al cielo y todo. Al sentir su vista sobre ella, las esmeraldas que son sus iris caen al medio de sus ojos como ganando peso de la nada, para abandonar el cielo y ver a su cielo personal. Catherine se acerca de la nada y la atrapa entre sus bracitos, para luego darle dos lamidas en la mejilla... luego aparta un poquito la cara, bajando la naricita y viendo a Hilda desde abajo como perrito regañado, esperando un juicio.
(tal vez no fue buena idea...)
Catherine es rara. Sus pensamientos intrusivos siempre están ahí, deseos de asustar a alguien, o de cometer travesuras... esta vez dejó que ganen. Y pues... hizo algo extraño.
...
En otra ocasión, se halló con los pies hacia el techo. Le gusta hacer esto, colgarse cual murciélago. Las veces que los vio así, se preguntaba si habían aprendido a quedarse de ese modo solo porque era divertido, o sólo habían nacido con esa capacidad. Papá le decía que todo se puede aprender, pero por más que lo haya practicado, Cat no parecía ser capaz de mantenerse en esta posición por demasiado tiempo antes de que le empiece a doler la cabeza. Tras muchas veces con lo mismo, renunció a aprender, pero no abandonó la costumbre de colgarse de todos modos, solo porque le gusta.
<¿Monstruo? Sí, a veces...
Catherine se ofende como si la befa fuese dirigida hacia ella. Frunce el ceño un segundo.
<Los forasteros son idiotas.
"Sí." -está de acuerdo, no saben- "ellos no saben." -y lo dice. ¿Qué no saben?- "No saben nada..." -Catherine se siente apta para decidir si alguien sabe. Ella ha estudiado-
<Pero ya no me afecta, descubrí que los monstruos son geniales, y que solo me tiene que importar la gente a la que amo... Como tú.
"..." -sonríe- "sí... yo... yo sí sé..." -¿Qué sabe?- "sé cómo eres." -Catherine la ve con buenos ojos-
Una vez vira la cabeza, Hilda encuentra una larga cascada de hermoso cabello blanco. Más arriba, una niña con los ojos bien fijos en ella, intrigada por lo que fuese a responder.
<Lo sé, pero no quería arriesgarme. Detesto que se metan con lo que es...
"¿...?"
Ladea la cabeza nuevamente.
<Contigo.
"..."
Al bajar la cabeza, claramente ya no pudo hallar a la otra niña. Pero pudo oír, la madera siendo golpeada. Y nada más antes de que unos delgados brazos se ciñan a ella con la suavidad de quien sostiene un hermoso picaflor, aunque en sus manos tenga un halcón.
Hilda puede ver a Catherine al alzar la mirada, le sonríe. Sigue pegota por ella.
"No significan nada para mí."
No solo esos desconocidos totales, se refiere a sus pretendientes originales.
"Sólo... te amo a ti."
Decir eso sigue siendo tan nuevo... pero buscó la palabra en el diccionario hace unos días, y entendió que era verdad.
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